Articulo Original : Blog de CJ
José María Segura. Empezó como una broma. Creo. A propósito de encontrar algún modo inclusivo de mentar al progenitor/a de alguien. Lo de hijo de p… no nos hacía tanta gracia conforme conocíamos la realidad de las mujeres prostituidas. Detrás de las categorías hay personas. Pero este post va del viceversa…
Y es que, cosas que pasan, la expresión fue cogiendo densidad “ontológica”. ¡Hijos de Satanás! (e hijas), haberlos, haylos. La expresión es problemática en varios sentidos. Pero aquí reivindico su necesidad. Me sirve para nombrar, aunque sea como no-categoría, como no-lugar, como parida mental que no debería usar, como cajón-desastre (que no “de sastre”). Por “hijos de Satanás” me refiero a todas esas personas que hacen daño, que abusan, que hieren, que explotan, que matan, que se lucran a costa del dolor y del sufrimiento de otras personas. Son aquellos niños/as de Dios que parecen haberse negado a sí mismos su condición creatural hasta no parecer hijos de su Padre/Madre del cielo sino del “tentador”, del que separa de Dios, de la creación y de los hermanos… Y aquí empieza el baile.
¿Cómo es posible que “el mal” tenga poder en la creación de Dios? ¿Cómo es posible que la imagen de Dios en sus niños/as se erosione de tal manera (que diría Martin Luther King Jr.) que atenten contra otras/as niños de Dios? Hay tesis, ríos de tinta sobre esto, es una bola que lleva siglos rodando (acuérdese el lector del dilema de Epicuro del siglo IV a.C.).
Este post no pretende resolver el problema, tan solo compartir una necesidad de nombrar, de ser políticamente incorrecto, de invitarme e invitarnos a responsabilizarnos de las cosas que funcionan mal. Estas líneas son un exabrupto, un alegato contra la banalización y el “buenrollismo”, de “las cosas están fatal, qué le vamos a hacer”, “así son las cosas”. No, las cosas no son, sino que las hacemos. Hay personas, agencias, intereses, detrás de las dinámicas y situaciones que esclavizan a niñas en burdeles, a niños en milicias o en plantas de producción; hay intereses bastardos de multinacionales sin corazón… pero que tienen al frente órganos de gobierno, presidentes/as… hijos de Dios que más parecen hijos del tentador, porque hacen daño a la creación y a sus criaturas por un incremento en el margen de beneficios.
Por mi trabajo en este momento, con personas migrantes y refugiadas, Dios ha ido poniendo en mi vida personas heridas y rotas, porque algún hijo de Satanás (fundamentalmente hijos en las personas que he acompañado) les ha hecho mucho daño… Me refiero a mujeres tratadas, prostituidas y traficadas. España es un paraíso para tratantes de personas, para traficantes de “carne fresca”, para explotadores de niñas… Somos un país de puteros (lean por ejemplo El Proxeneta de Mabel Lozano o El Putero Español de Águeda Gómez Suárez). Como si fuera parte de “la cultura nacional”, convivimos con macroburdeles en los que hay mujeres esclavizadas, secuestradas desde sus países de origen, engañadas, embaucadas, amenazadas… Otras están en las cunetas, los polígonos, a la vista de quien quiera verlas.
Es hora de tomar partido, de quitarse la careta, de decir “no, esa broma, es una grosería y no tiene gracia”, porque es racista o sexista… para hacer preguntas incómodas: “¿De verdad necesitas cambiar de móvil y gastarte cien euros (sé que me quedo corto) en un mundo en que hay niñas que se venden en Sierra Leona por 1,5 € para poder comer?” El problema es: ¿estamos dispuesto a ser el plasta que diga estas cosas? Y, ¿a ser consecuentes con lo que decimos? Si callamos, esas situaciones que nos separan de nuestras hermanas y hermanos, de la creación, de Dios, se van apoderando de nuestro modo de vida.
Es tiempo de nombrar las dinámicas, las entidades y sí, llegado el caso, a los responsables de estas situaciones. Sobre todo es tiempo ya de evitar las nubosidades de “las cosas son así”, “las cosas van mal”. Es momento, quizá incluso, de combatir. Sí, combatir, pero enarbolando las armas de la revolución del evangelio (que decía San Romero de América), y de la tradición de la resistencia civil y la noviolencia. ¡Seamos ciudadanos primero, y no súbditos y consumidores! ¡Seamos personas! ¡Seamos niños/as de nuestro Padre-del-cielo!